
Esta costumbre fue vigente en Lima hasta inicios de la República, y en provincias hasta inicios del siglo XX. Vestidas de negro y con el rostro cubierto con un velo, el coro de plañideras debía "llorar" mientras se velaba al muerto, y hasta que se vayan las visitas. Las mujeres contratadas además de llorar, recibían las condolencias de los parroquianos, y no sólo eso, segun lo convincente que podían ser sus lamentos, la gente que se compadecia de ellas, les daba dinero para amilanar un poco su "pena".
¿QUIEN ROMPIO EL CHIVATO?
El problema para las plañideras era calcular el momento exacto en el que debían retirarse. Este hecho era conocido como "romper el chivato", frase que venia de la relación "chivear = llorar". Romper el chivato era dejar de llorar quien rompía el chivato daba pie para que el resto de plañideras se retire del velatorio, y a esta mujer se le pagaba menos.
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